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Nuestro paisano griego

En el día del inmigrante -y en su memoria- queremos compartir la entrevista al querido y recordado Andrea Courcoumelis.

La historia de un niño que atravesó la Segunda Guerra Mundial, la hambruna y el terremoto del 53. Y la historia de un hombre que perseveró arriba de los barcos y en Roque Pérez donde fue desde peón rural hasta vendedor de verduras en bicicleta.

(Entrevista realizada en diciembre de 2016 publicada en la edición 101 de La Guía de Roque Pérez)

 

Andrea Courcoumelis tiene 79 años, nació en el año 37 en la isla griega de Cefalonia (kefalonia), en una pequeña aldea llamada Calligata. Su familia fue golpeada primero por la guerra y luego por el terremoto que los dejó sin hogar. Los Courcoumelis emigraron a Australia, pero Andrea trabajó en los barcos de carga hasta que un día, desoyendo al capitán, bajó en Argentina.

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“Yo tenía 13, 14 años -dice Andrea Courcoumelis- y viajaba con los barcos de carga. Iba a Canadá, a Norteamérica y también a Argentina”. Pero la historia es larga…

Cuénteme Andrea, yo tengo tiempo para charlar…

“Una vez le pregunté al capitán si me podía bajar en Argentina. “No -me dijo el capitán del barco- aunque tu hermano sea presidente, vos no te podes bajar del barco”.

pero antes cuénteme de su tierra… Cefalonia

“Nací en Calligata –cuenta Andrea-, en la isla Kefalonia, es un pueblo chico, cerca del mar, por ahí pasaban los barcos de carga. Trabajábamos la viña y cultivábamos aceitunas. La producción se la llevaban en camión y después nos traían una parte del aceite y vino. Teníamos un campito con viña y ahí trabajábamos con mi hermano. Toda uva blanca. Salía un vino riquísimo. Teníamos dos barriles grandes y del mismo barril nos servíamos el vino en un vaso. En el campito sería una hectárea, era chico, también sembrábamos melones y sandias”.

Cefalonia con 904 km cuadrados es la mayor de las islas griegas del mar Jónico. La isla fue denominada así por Herodoto y su nombre remite al personaje mitológico Céfalo. Su capital se llama Argostoli y sus lugares turísticos más reconocidos son el pintoresco puerto de Fiscardo (de estilo veneciano) y la playa de Myrtos, considerada entre las más bellas del mundo.

Mis padres trabajaban con la viña y las aceitunas. Mi padre se llamaba Gerónimo Courcoumelis y mi madre se llamaba Sofía. Y éramos tres hermanos: Irene (ya falleció) y mi hermano Nicolás que emigró a Australia. De mis abuelos no me acuerdo nada…

¿Fue a la escuela?

“Sí, la escuela me quedaba a pocas cuadras… -recuerda Andrea- pero fui solo tres años porque la maestra nos pegaba en los dedos con una rama gruesa. Un día con dos amigos cuando la maestra nos iba a pegar como siempre, la asustamos con un cortaplumas. Así fue que llamaron a la policía y nos echaron de la Escuela a los tres”.

La Segunda Guerra

Los recuerdos de la infancia de Andrea son los recuerdos de una vida rural, apacible pero pronto aparecería en estas islas bañadas por el sol, la sombra cruel de la guerra.

En 1941 en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial Alemania; Italia y Bulgaria ocuparon todo el territorio griego. Entre otros lugares los italianos ocuparon las islas jónicas, entre ellas Cefalonia donde vivía Andrea Courcoumelis y permanecieron en ella hasta 1943. La ocupación de las fuerzas del Eje provocó terribles penurias para la población civil griega. Más de 300.000 civiles murieron a causa del hambre, miles más por las represalias, y la economía del país quedó en ruinas.

“La segunda guerra la vivimos toda con mi familia –cuenta Andrea-. Los italianos no eran malos pero los alemanes sí. Si estabas herido no te permitían ir a curarte. Los soldados italianos estaban cerca de mi casa y mi mamá les lavaba la ropa y les daba comida”.

“Un dia mi mamá y mi hermano fueron a buscar leña. Se traía la leña arriba de la cabeza. Y yo quedé en la casa hirviendo porotos. Mi hermano se llenó los bolsillos de cartuchos que juntó de los italianos. Cuando volvió y se acercó a la cocina, ¡le explotaron los cartuchos! yo me escondí abajo de la mesa, era chiquito. ¡Mi mama le echó un balde de agua a mi hermano que si no se quemaba todo pobre!”

“Mi papá murió de hambre. Él iba juntando lo que tiraban los italianos y nos traía a nosotros para comer. Y él comía raíces y le hicieron mal y murió. Yo era muy chico”.

Ya en la primavera de 1941 la economía nacional griega se encontraba arruinada y el país sufría escasez de combustible, alimentos, energía, semillas y forraje. Las materias primas y alimentos fueron requisados. Entonces golpeó la gran hambruna del invierno de 1941-42 en la que se calcula que 300 000 personas murieron. Según la Cruz Roja, 73.244 personas murieron por hambre entre septiembre de 1941 y mayo de 1942.

“Primero los alemanes corrían a los italianos –cuenta Andrea sobre la época en que Italia firmó el armisticio con los aliados en setiembre de 1943-. Entraron a Grecia para pelear con los italianos. Después los rusos echaron a los alemanes. Los rusos atacaban con sus submarinos a los barcos alemanes”.

La masacre de Cefalonia. Más de 8.000 soldados italianos fueron fusilados por los nazis en septiembre de 1943.

Repasando la historia, otra brutalidad notable de las tropas nazis fueron la matanza de tropas italianas en las islas de Cefalonia y Kos en septiembre de 1943, durante la toma alemana de las zonas de ocupación italiana. En Cefalonia, la división Acqui de doce mil italianos fue atacada el 13 de septiembre por los alemanes y obligada a rendirse el 21 de septiembre, después de haber sufrido unas mil trescientas bajas. Al día siguiente, los alemanes comenzaron a ejecutar a sus prisioneros y no se detuvieron hasta fusilar a más de 8 mil italianos. La matanza de Cefalonia sirvió como trasfondo para la novela La mandolina del capitán Corelli que fue llevada al cine.

El terremoto

En 1945, tras la derrota alemana, la isla quedó en manos de las fuerzas británicas que la devolvieron a Grecia. En 1953, fue asolada por un terremoto y parte de las 365 villas que había allí desaparecieron y el 90% de los edificios fue devastado. Aunque Fiscardo, el puerto, resultó casi intacto.

“Cuando terminó la guerra vino el terremoto –recuerda Andrea-. No quedó ladrillo sobre ladrillo. Todos nos quedamos sin casa. Por la gran pobreza que había yo tuve que trabajar en los barcos y mi hermano y mi madre emigraron a Australia. Todos se mudaron a Australia después del terremoto porque no había trabajo”.

El terremoto de 1953 golpeó las islas jónicas de Cefalonia, Zakynthos e Ítaca el 12 de agosto de 1953. Hubo más de 400 muertos y muchas pérdidas de lugares históricos. 100.000 residentes abandonaron Cefalonia inmediatamente después y las islas quedaron muy despobladas.

Nueve años en barco, destino Argentina

Andrea Courcoumelis con apenas 13 años comenzaba un periodo de 9 largos años viviendo y trabajando en un barco de carga, surcando el océano, lejos de la familia.

“En el barco estaba bien, comía bien –cuenta Andrea-. Yo estaba abajo de todo en las máquinas. Era foguista. Regulaba el agua de las calderas y echaba leña a la máquina. También fui cocinero en el barco, había como doscientas mesas que atender. No era fácil la vida en el mar. Los viajes duraban meses. Empecé a los 13 años y estuve hasta los 22 años cuando vine a Argentina”. “En los puertos nos daban permiso para bajar. Siempre íbamos a la cantina a tomar vino”.

“Una vez -recuerda Andrea- hicimos un viaje a Rosario y después llegamos al puerto de San Nicolás. Era el año 1959. Yo esperé que todo estuviera tranquilo y no me viera nadie. Junté mi ropa y bajé del barco”.

¿Por qué se bajó en Argentina?

“Porque me aburrí tantos años arriba del barco. Yo empecé a los 13 años. A los 14 años ya estaba viajando por Norteamerica”.

Un griego en Buenos Aires

“Mis amigos del barco me decían, “no te quedes porque los argentinos te matan”. Pero nada que ver –cuenta Andrea Courcoumelis-. Yo bajé a la tarde cuando nadie vigilaba y salí muy tranquilo. Hacía mucho frio. Me fui a Buenos Aires a la calle Lavalle donde había un griego y esa persona a su vez me envió a ver a otro paisano nuestro en Ituzaingó. Yo no sabía ni una palabra en castellano, no sabía hablar. Después me dieron un diccionario griego – español”. De Argentina tampoco sabía nada. “En Ituzaingó trabajé en una carpintería mecánica de un paisano llamado Ieracmo. Pero no me pagaban bien”.

La Dulce

«Otro paisano que se llamaba Terry Licardopulos fue el que me trajo a conocer la estancia La Dulce (paraje La Gloria de Roque Pérez). Después ya me quedé a trabajar en la Estancia en Roque Pérez. Yo hacía el parque, cortaba árboles grandísimos. Y al tiempo me ofrecieron criar chanchos. Yo los criaba como se había arreglado, pero ¡nunca me daban lechones! Hasta que un día me cansé de que no me paguen y arrié los animales con una lata de maíz y vendí los chanchos. Después el dueño me preguntó “¿Y los chanchos?” “¿y los lechones?” le dije yo. ¡El hombre me quiso pegar, lo empujé y terminó patas para arriba entre la leña! Otro día vino y me saludó lo mas bien y no se habló más de los chanchos”.

Antigua foto de la estancia La Dulce (https://estancialadulce.com.ar/)

Trabajando en la Estancia Dulce conoció a Mary Testa que venía desde Florencio Varela. A los siete meses se casaron. “Andrea aprendió a hablar mejor y a escribir porque le enseñó mi cuñado Ricardo Ambrosi que vivía al lado de la estancia La Dulce” recuerda Mary.

Mary Testa y Andrea Courcoumelis.

Roque Pérez

Después de vivir un tiempo en La Dulce, Andrea y Mary se vinieron a vivir al pueblo. “Empecé a trabajar de albañil con Ricardo Barontini y con Jorge Reparaz y después fui albañil por cuenta propia. En el 71 –cuenta Andrea- empecé a pagar un terreno a la municipalidad de a 7 pesos por mes y empecé de a poco a hacerme la casa”.

“Trabajé en los silos de cereales hasta que tuve un accidente de trabajo. El seguro me cubrió unos pocos meses y después ya me quedé sin sueldo. Entonces, como tenía que dar de comer a mi familia me instalé en una carpa al lado del río, en la estancia de Tronconi. Estuve siete meses pescando. Mi hijo iba en una camionetita a llevarme comida y a buscar el pescado para vender. Vendíamos bagres y carpas. La pasamos difícil”.

“Andrea ha sido un luchador toda la vida –dice Mary-, un buscavidas. Nunca se quedaba quieto”.

“Después empecé a hacer quinta -recuerda Andrea- y vendía la verdura y también hacía leña y vendía”.

“Salía a hacer el reparto en la bicicleta –recuerda Mary- porque nunca aprendió a manejar. Salía con la bicicleta cargadísimo de verduras, mucha gente se acuerda que Andrea le llevaba las verduras a su casa. Después tuvo un preinfarto y ya no pudo seguir trabajando”.

¿Andrea hoy que recuerda de Grecia?

“Ya no me acuerdo…”

 Grecia se destacó por su cultura, creó la democracia…

“Sí… Grecia es la tercera cuna del mundo, tuvo a Sócrates y muchos otros filósofos, tuvo su arquitectura con columnas. Es muy lindo Grecia. Por eso tiene mucho turismo. Pero hace poco tuvo muchos problemas por la economía”.

¿Nunca volvió?

“No, nunca más volví a Grecia”.

¿Le hubiera gustado?

“Ya no…porque voy a reconocer muchas partes, pero no queda casi nadie de mi familia. Muchos tíos y primos ya murieron”.

 ¿Y qué fue de su familia?

“Mi mama vivió hasta los 99 años en Australia con mi hermano y mi cuñada. Hoy mi hermano tiene 81 años y vive en Melbourne. En el año 95 mi hermano regresó de paseo a Grecia y desde ahí se vinieron a visitarnos a Roque Pérez” cuenta Andrea y me muestra un adorno con canguros, regalo de Nicolas.

¿Está feliz de haber venido a Argentina?

“¡Sí… porque la gente es buona (buena) hay alguno que otro malo, pero son casi todos muy buenos! Vine a Argentina, me casé, ahora estamos jubilados los dos. Y hoy tengo 7 hijos, 15 nietos y 3 sobrinos que son como mis nietos también y ahora nació un bisnieto. ¡Así que está lleno de Courcoumelis!”

“Yo les enseñé algunas palabras griegas a mis hijos –me dice Andrea-. También a algunos chicos que querían viajar a Grecia. Por ejemplo, Kalimera (buen día) y Kalinixta (buenas noches).”

¿Y amigo cómo se dice?

Ah… ¡se dice…Filos!

“Estoy muy contento que hayas venido -me dice Andrea-. Acá podés venir cuando quieras”, me despide desde la puerta de su casa rodeada de plantitas de jardín y de recuerdos.

Le dije gracias, que tome los remedios, que le haga caso a Mary. Podría haberle dicho: ¡Kalimera Andrea! ¡Kalinixta Filos!

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